Algunos momentos, debidos a su carga emocional o su implícita malicia, han quedado grabados en mi memoria y lo que más recuerdo no es necesariamente lo que me hace sentir más orgulloso. Así que prepárense para escuchar las historias mas retorcidas, cínicas y a la vez graciosas que me han enseñado que el asesinato es algo cotidiano entre los seres humanos proclamados sanos e inocentes.
Lo primero que me viene a la memoria es un hecho ocurrido en el barrio de La Loma, en la Ciudad de La Plata, pasando el año nuevo con mi familia y pensando siempre con mis hermanos que hacer para pasarla mejor. ¡ Y una idea surgió! Teníamos un muñeco hecho de goma espuma del tamaño de una persona, que uno de los mellizos (mis hermanos) había construido para crear un clima de terror en una fiesta organizada en nuestra casa, donde el miserable y espumoso androide había sido vestido con un saco largo hasta las rodillas, pantalones y calzado con borceguíes.
Su descerebrado cráneo había sido cubierto con una máscara de goma, réplica del monstruo de Frankenstain, siendo obligado a pasar la noche del baile parado entre tinieblas frente a un ataúd, pero eso es otra historia.
Volviendo a la fiesta de año nuevo, hemos decidido resucitar al monstruo. Le quitamos la máscara, le cubrimos la cabeza con un pasamontañas de color negro y lo llevamos a la calle. Lo apoyamos contra un auto que estaba estacionado, ubicándonos con el monstruo del lado que daba al centro de la carretera.
Cuando vimos que un auto se acercaba, comenzamos a golpearlo al mejor estilo “buenos muchachos”. En el momento preciso, cuando el vehículo estaba cerca nuestro, lo dejamos caer desmayado con su cabeza hacia el medio del camino, por lo que el auto debió eludirlo en brusca maniobra para no cometer “homicidio culposo”. Vaya a saber que pensó el desafortunado conductor, quien logró escapar limpio de la escena del crimen.
Un año para recordar.
Recitales
Hace 15 años
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